por Antonio Martínez | Exconcejal Socialista
Hay días en los que uno está sembrado y todo lo que sale por nuestra boca bien pudiera quedar para la posteridad, si es que hay alguien que lleve ese tipo de registros, y otros en los que estaríamos mucho más guapos calladitos, o al menos más comedidos en nuestras expresiones, si lo de callarse fuese mucho pedir.
Me cuentan, que eso es lo que le ocurrió al concejal de Ciudadanos, mientras intervenía en unas jornadas organizadas por el Colegio de Arquitectos de Albacete, sobre regeneración urbana. Y eso que, como el valor en la mili, al concejal se le suponen conocimientos sobrados sobre el tema, para haber argumentado con sapiencia, en contra del proyecto de regeneración del barrio de Santa Teresa, que presentó en su momento el Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento. Pero como estaba en uno de esos días en los que la moderación en el lenguaje no tiene precio, pues concentró toda la argumentación posible en una única palabra: “burrada”. Y ahí quedó la cosa, ni más explicación, ni más nada.
Si uno consulta el diccionario de la Real Academia de la Lengua, puede leer, que el citado término se utiliza para referirse a una cabaña o manada de burros, que no creo que fuera ni el caso, ni la intención del concejal, referirse al citado grupo municipal tildándolos de burros o burras, en su variante femenina. Como tampoco estaba jugando a las cartas en ese momento, también descarto que se pudiera referir a una jugada hecha contra las reglas del juego del burro. Por lo que solo me queda pensar, que utilizó su acepción coloquial para calificar al mencionado proyecto como necio o brutal. No sé, igual hasta pudo ser así.
Pero lo cierto y lamentable es que jugando en casa y con el público a favor, perdiera una magnífica oportunidad para explicar de una vez, por qué al Grupo Municipal de Ciudadanos, o a él en concreto, que eso aún está por dilucidar, no le gusta el proyecto de rehabilitación y regeneración de las 424 viviendas del barrio de Santa Teresa, construidas en la década de los cincuenta por la extinta, menos mal, Organización Sindical, y que al decir de los propios vecinos se encuentran repletas de humedades, la mayoría de ellas en muy mal estado de conservación, y con visitantes de cuatro patas y largo rabo, campando a sus anchas por las zonas comunes. Por no hablar de los problemas que algunas ocupaciones ilegales de viviendas han ocasionado entre el vecindario de la zona y que afecta directamente a la convivencia entre vecinos.
Me cuesta trabajo pensar que alguien que ha participado, supongo que activamente, en las conversaciones con el Partido Popular para apoyar la investidura de los dos alcaldes que han pasado por el despacho de la primera planta de la casa consistorial en los últimos tres años, y que les ha obligado a comprometerse a trabajar para crear una “ciudad jardín”, que ya ves tú, por citar tan solo un ejemplo, no sea capaz de explicar, en cristiano, por qué la idea presentada por los socialistas solo merece para él el apelativo de “burrada”.
Claro que, si las explicaciones se limitan a decir que el proyecto responde a oscuros intereses, que se piensa construir frente al Hospital del Perpetuo Socorro una réplica del barrio de La Pajarita o que se van a dilapidar en el proyecto cientos de millones (supongo que estaría pensando en pesetas, porque si es en euros, si que sería una auténtica burrada y perdón por plagiar al término, porque el concejal no se habría enterado de nada), pues arreglados estamos, y con poca ropa, que decía mi madre.
La moderadora de la mesa redonda en cuestión presentó a este edil preguntándose si aquel día vestía la camiseta de la Corporación Municipal o si por el contrario, la equipación que lucía era la de un profesional de arquitectura. Para el caso dio lo mismo, y no solo porque los asistentes se quedaran con lsa ganas de saber el porqué de su negativa, sino porque lo realmente preocupante en este tema es saber sí lucia algún tipo de publicidad o patrocinio en la camiseta.
El tema este de la equipación tiene su aquel, porque habrá días en que el susodicho concejal tendrá problemas cuando mire al interior de su taquilla para elegir la indumentaria apropiada para acudir a trabajar y me lo imagino preguntándose “¿Cuál es la camiseta apropiada para hoy, que a las 10 registro un proyecto en el Colegio de Arquitectos y a las 11 me lo voto en Comisión Informativa?”.
En cualquier caso y si el sponsor fuese el Partido de Rivera, pues oye, nada que decir, todo queda en casa. Pero, te has parado a pensar, querido lector, qué ocurriría si el patrocinador que se anunciase en la camiseta que porta tuviera intereses comerciales y empresariales, en que las citadas viviendas se deteriorasen de forma rápida, por falta de mantenimiento o por la causa que fuera, y así poder intervenir en el mismo directamente, sin necesidad de contar con la tutela de ninguna Administración. Y ahí es donde está el quid de la cuestión.
De todos es sabido, porque lo ha pregonado a quien lo ha querido escuchar, que como Ronald Reagan o Margaret Thatcher, es de los que piensan que la Administración cuando más delgada mejor, o que el gobierno (como ente) es el problema, y no parte de la solución, pues no me extraña que no le guste para nada que el Ayuntamiento, de la mano de la ciudadanía, lidere la regeneración de un barrio cada día más depauperado, olvidando que la iniciativa privada ha de ser colaboradora necesaria para llevar a buen puerto esta nave, pero no quien dirija las operaciones de atraque.
Si desde un punto de vista técnico, el anteproyecto presentado adolece de tal o cual término, subsánese. Si la viabilidad está en entredicho, arguméntese a favor y en contra. Si el modelo presentado es mejorable, mejórese. Si la financiación propuesta es complicada, simplifíquese. Pero, por favor, no nos quedemos solo en la simpleza que se oculta tras el término “burrada”, porque de así hacerlo, estaríamos cometiendo la burrada de pensar que, quizás, alguien ha olfateado negocio, y no quiere que se le estropee, mesa y mantel por medio.
Y es que eso es lo que tienen los autodenominados nuevos partidos, que nacieron para cambiarlo todo, pero de tal forma que nada cambie, singularmente para unos pocos, los de siempre.