Cada día 6 de febrero se conmemora el Día Mundial de Tolerancia Cero con la mutilación genital femenina (MGF), por acuerdo de la Asamblea General de las Naciones Unidas tomado en el año 2012. Se trata de uno de los fenómenos más extremos y claros de la violencia que se ejerce contra las mujeres y niñas por el mero hecho de serlo.
Según estima UNICEF, esta práctica ha supuesto ya la mutilación de más de 200 millones de mujeres y niñas en el mundo. Millones de mujeres y niñas cuya vida se pone en serio riesgo y a las que se les arrebata todo atisbo de libertad sexual. Y estas cifras escalofriantes siguen aumentando año a año.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) identifica cuatro tipos distintos de mutilación practicada a las mujeres, que van desde la extracción total o parcial del clítoris al estrechamiento de la abertura vaginal, en ocasiones cosiendo los labios mayores o menores.
Parece obvio indicar que esta práctica, motivada en la intención ancestral de controlar la actividad sexual de las mujeres, presenta consecuencias graves en la salud sexual y psicosocial de las mujeres y niñas que la sufren, condenándolas a mantener unas relaciones sexuales insatisfactorias, dolorosas y traumáticas de por vida.
En cuanto a la salud física, las consecuencias existen, no solo en el momento de su práctica, sino también a largo plazo, siendo las más comunes las infecciones recurrentes en el tracto urinario, la esterilidad o la enfermedad inflamatoria pélvica, llegando a provocar situaciones tales como que muchas mujeres mutiladas deben orinar gota a gota debido al minúsculo orificio que se les quedó tras la MGF. Además, la MGF tiene complicaciones a largo plazo que se visibilizan con mayor claridad en el momento del parto.
La MGF es conceptualizada por la ONU como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y niñas, y como señala la profesora Nuño Gomez, tiene como objetivo el control de la sexualidad de las mujeres, lo que ha supuesto siempre la piedra angular del sistema patriarcal.
En las comunidades donde se practica se concibe como un rito de paso, en este caso para las niñas, con la finalidad de ser consideradas como miembros del grupo de las mujeres, concretamente de las mujeres socialmente bien consideradas, ya que el hecho de no someterse a la mutilación les sitúa en una posición inferior en la comunidad, vistas como mujeres sucias, impuras, infieles e indignas para sus propias familias. Es cierto, que en la gran mayoría de las ocasiones son las mujeres mayores de las familias las que promueven que a sus familiares jóvenes se les corte, lo que no puede ser analizado como una intención voluntaria de continuar con esta práctica que ellas mismas sufrieron, sino porque el severo castigo social que conlleva el hecho de no hacerlo, tanto para las jóvenes como para su familia, puede llegar a suponer un sufrimiento más elevado que el daño físico.
La Mutilación Genital Femenina se ha ido erradicando poco a poco en el mundo. La ONU ha dictado resoluciones contrarias a esta práctica desde 1979, pero el punto de inflexión definitivo, en cuanto a la persecución internacional de la Mutilación Genital Femenina, vino en el año 1995 con IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing), incluyéndose la MGF entre los modos de violencia ejercida contras las mujeres.
En el contexto africano, hemos de destacar, en primer lugar, la Carta Africana sobre los Derechos y el Bienestar del Niño (1990) que, por primera vez, establece en su art. 1 que cualquier costumbre, tradición, práctica religiosa o cultural que sea incompatible con los derechos, deberes y obligaciones contenidas en la presente Carta será rechazada en lo que sea incompatible con los mismos. Tiene especial relevancia el Protocolo de Maputo (2003), que en su artículo 5 promueve a los Estados Miembro de la Unión Africana a establecer la prohibición de la práctica de la mutilación genital femenina en sus territorios, siendo la primera declaración de la Unión Africana contra la MGF de forma directa. El Parlamento de la Unión Africana, aprobó finalmente en agosto de 2016 la prohibición de la MGF en sus 50 Estados Miembros.
Por su parte, en el contexto europeo, el Parlamento Europeo ha aprobado numerosas resoluciones tendentes a pedir a los Estados que condenen esta práctica y que la prohíban en sus normativas internas, siendo la Resolución sobre la violación de los derechos de las mujeres (1997) el primer texto propio del Parlamento Europeo que pide a los Estados su prohibición.
En España, su práctica se considera delito propio desde el año 2003, castigado en el art. 149.2 de nuestro Código Penal con pena de prisión de 6 a 12 años. Además, las mujeres que provienen de comunidades donde se practica la MGF tienen derecho a solicitar asilo en España al entender que su vida corre riesgo cierto en su país de origen, al estar expuestas a la MGF. En muchas comunidades autónomas, como es el caso de Castilla-La Mancha, existen protocolos de actuación integral con mujeres víctimas de MGF que abordan la situación desde distintos ámbitos como la intervención social, la atención sanitaria o la actuación educativa.
Pese a toda esta acción institucional en contra de esta práctica lesiva para la vida de las mujeres, la MGF todavía está presente de forma habitual en comunidades de una treintena de países del mundo y cada año son mutiladas miles de mujeres y niñas.
En España no vivimos fuera de este fenómeno, así Médicos del Mundo, tan solo en el año 2022, realizó en España 4.014 intervenciones en materia de MGF, 3.344 sociales, 249 sanitarias y 421 psicológicas.
Se trata de un fenómeno con fuertes raíces ancestrales y que solo puede ser erradicada desde la conciencia de su lesividad en las comunidades donde se practica, huyendo de posicionamientos etnocentristas, por lo que toda acción debe pivotar entorno al protagonismo de las mujeres expuestas a esta práctica y de sus comunidades.
Hoy es el día para ser conscientes que la mutilación a la que están expuestas miles de mujeres y niñas no se trata de un fenómeno aislado de sus comunidades. Es importante ser conscientes de que el origen y fundamento que sustentan la mutilación genital es también origen y fundamento de los matrimonios forzados, la explotación sexual, la violencia de género o la brecha salarial, y no es otro que el machismo y las imposiciones del sistema patriarcal, lo que debemos combatir globalmente y desde toda posición posible.
Manu Martínez
Concejal Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Albacete