Es difícil imaginarme Albacete sin ‘Mata’. Por cierto, qué irónico apellido para alguien que se ha volcado en dar vida a tantas vidas a través de la lucha obrera, la justicia social y la esperanza perenne de un mundo mejor. Me parece imposible pensar que no me lo voy a encontrar al torcer cualquier calle de la ciudad que le acogió con ocho años y a la que pronto acabó fundiéndose. Con su mirada socarrona y su semblante afable, ‘diseccionando’ con maestría de genio la apabullante actualidad con apenas tres certeras frases no exentas de una ironía radiográfica.
Siento increíble una jornada electoral sin Mata, para el que eran un maratón de compromiso, ‘a pie de colegio’, pendiente de cada detalle, sintiendo en cada voto ‘el pulso’ de la democracia. Cuando cerraban las urnas, su lugar estaba en la Casa del Pueblo, siempre de los primeros en llegar y de los últimos en marcharse, a mi lado. Noches intensas, algunas de infarto, vividas con la misma pasión, ya fuera para celebrar con lágrimas de alegría o para encajar la impotencia con la dignidad de quien nunca deja de luchar.
Mata no sólo tenía una mirada atenta, sino que captaba como nadie ‘el sentir’ de la calle y (junto a Reme) siempre le acompañaba una capacidad de lucha inagotable. Era para mí una brújula moral de la vida pública, un sindicalista en toda la extensión de la palabra, un referente que combinaba la experiencia con el compromiso para guiarnos al resto.
Ahora se ha marchado tras una enfermedad repentina e implacable, dejando tres grandes sensaciones: la tristeza de su ausencia; la satisfacción de haber aprendido tanto a su lado; y la enorme responsabilidad de continuar su legado.
Funcionario de la Administración de Justicia pero, por encima de todo, sindicalista, desde principios de los ‘70 Mata estuvo vinculado a Comisiones Obreras, siendo pieza clave en la consolidación del sindicato en Albacete (del que, en 1984, fue elegido secretario general hasta 1996, cuando pasó a liderarlo en Castilla-La Mancha hasta 2004). Su voz resonó en las grandes decisiones político-sindicales del momento, formando parte del Consejo Confederal de CCOO desde su primer congreso.
Pero su historia no se mide en cargos, porque Mata era un luchador nato. En 1977 fue detenido ‘a punta de pistola’ por el régimen franquista durante la celebración prohibida del Primero de Mayo. No se doblegó. Sabía que la política y el sindicalismo eran inseparables, que la lucha obrera era la base de cualquier avance democrático.
Pero tampoco se limitó al sindicalismo. En 1979, cuando la democracia apenas echaba a andar en España, fue elegido concejal en Albacete por el Partido Comunista, convencido de que las instituciones debían estar al servicio de quienes las sostenían. Más tarde, como presidente del Consejo Económico y Social de Castilla-La Mancha, siguió defendiendo la necesidad de que los trabajadores y trabajadoras tuvieran espacio en la toma de decisiones. No creía en la política de espaldas a la gente ni en sindicalismos ‘secuestrados’.
Cuando dejó las primeras líneas de ‘combate’, por supuesto que no guardó silencio. Porque a Mata siempre le recordaremos hablando. Enseñando. Entonces escribió, opinó, discutió. Desde su blog, desde artículos en elDiario.es, Nueva Tribuna y el Grupo La Cerca, siguió señalando lo que no debía ser olvidado, poniendo palabras donde otros veían conformismo. Porque él era hombre de memoria activa, de los que empujan y no se lamentan.
Se ha ido un luchador, pero sus batallas siguen vivas. Porque este tipo de ‘contiendas’ no mueren con quienes las emprenden; sino que se transforman, se expanden en quienes quedan, se funden con la memoria de quienes las hacen suyas. Por eso su legado nunca estará sólo en archivos sindicales o hemerotecas, sino en cada joven que se sume a un sindicato creyendo en el poder de la organización; en cada trabajador y trabajadora que decida levantar la voz en lugar de bajar la cabeza.
Hoy toca recordarlo pero, sobre todo, honrarlo como él hubiera querido: trabajando, organizando, movilizando, defendiendo los derechos de la gente. Nos toca cuidar y mejorar lo que él nos dejó. Porque, mientras haya quienes crean en la dignidad del trabajo, la historia no será escrita sólo por los poderosos.
Descansa en paz, compañero.
Santi Cabañero. Secretario general provincial del PSOE de Albacete.